28.10.09

the i/eye

El hombre, a diferencia de otros seres, se sabe hombre. Es decir, es conciente de su existencia y por ende de su temporalidad en el espacio. El hombre es  cenestésico,  conciente del espacio en el que habita y es capaz de percibirse en este espacio. Por medio de la auto contemplación (de él, aquí) lo puede llevar a un mejor estado de conciencia y así poder proyectar a ser su mejor posibilidad. El museo de arte, además de cumplir con la recaudación de objetos y cumplir como una institución cultural, también puede ser un recurso para practicar la autopercepción y desarrollar-se en tanto su existencia. 

  No hablaré del museo de arte como recinto para la contemplación estética. Tampoco discutiré sobre éste como institución ligada a alguna relación de poder, ni cuestionaré siquiera si lo que habita en éste (o el museo en sí) es arte o no, ya que considero que  su intencionalidad trasciende los temas anteriores: “Museums offer an experience that cannot be described simply in terms of contemplation” (Wolheim, 53). En este texto el museo de arte será utilizado como ejemplo de la objetivación de la creatividad humana construida a partir de la autoconciencia espacio-temporal para y por medio de la auto percepción. “A device for seeing something in terms of something else” (Kenneth Burke). El museo trasciende la idea de ser un contenedor, sino que su funcionalidad rebasa su cuerpo, convirtiéndose en “espacio vacío” (no contenedor, ni contenido) para replantear nuevos ordenes que hablan de la existencia humana. El museo será visto como un vacío (que obviamete jamás se llena) siempre abierto a construir nuevas potencialidades del hombre y de su propia percepción.  El museo se vuelve híbrido, siendo medio y mensaje para la subjetividad de aquél que quiera encontrar-se en su proyección. As the ego, subjectivity is the consciousness that represents something relates this representation back to itself, and so gathers itself” (Heidegger, 140). Este ensayo estará dividido de acuerdo a los ejemplos como: forma y significado; contenedor y contenido; texto y contexto; espacio y tiempo  y finalmente la percepción y la conciencia para lograr entender al museo desde otro punto de vista, aquel que no habla del arte ni del objeto sino del hombre mismo.

El hombre (occidental) ha logrado abstraer la realidad o lo que percibe como “real” a veinticuatro letras y desde ahí construye nuevas ideas y en paralelo, co-crea nuevas formas para ellas. A pesar de que hemos logrado separar la forma de la significación en el lenguaje por medio de una doble articulación, siempre hay una interrelación en la cual necesariamente ambas (forma y significado) se afectan. Si leemos el museo en cuanto a forma y significado como lo que hacemos con el lenguaje, podemos ver la forma de los museos como un texto que significa. Hacernos concientes de la forma y su carga de significado (en sí misma), ayuda a abrir otro nivel de conciencia (ya sea de la forma, del hombre con la obra o del hombre en ese espacio) y así crear nuevas proyecciones con la(s) obra(s) . “Paradójicamente la imagen es un espacio ficticio inscrito en la realidad sensible. El concepto solo puede surgir por un efecto de proección y objetivación. El proceso de figuración es decisivo. En ese sentido es la imagen una anticipación sobre lo real que hay que dar forma” (Deloche, 41).

  A lo largo de la historia, la “forma” del museo de arte ha variado de forma interdependiente con respecto a la concepción o significado que se tiene del museo.

En un principio, durante el siglo XVI,  la forma de este “gabinete de curiosidades” podía ser cualquier habitación de algún castillo aristocrático, ya que la noción de este espacio aún no era reconocido. Se exhibían los objetos en cualquier sitio que se tenían disponible dentro del hogar como símbolo de prestigio e identidad ante los demás miembros de la élite. Se era conciente del objeto, la recolección y el coleccionista, pero no del  lugar designado para esta comunicación. Tiempo después, durante el siglo XVIII, la palabra “museo” tomada del latín museion, aparece por primera vez en el diccionario de Oxford con el significado de “templo de musas”. Con este nombre se puede entender porqué desde ese momento, el museo adoptó el cuerpo de la Acrópolis de Atenas. En la actualidad, el museo de arte contemporáneo es un “cubo blanco” para disimular el espacio y así significar lo menos posible al espectador. A pesar del intento por disimular el espacio, esta negación habla de la conciencia e importancia que hoy se le otorga  a éste. La forma (a pesar de ser no forma) también significa  y considero importante que se sea conciente de ésta, ya que es esa materialidad que mantiene viva la idea, la objetiviza para poder ser significada.  “The museum not only reorganizes the collection but also transforms the experience of art” (Rachjman, 117). Es decir, por medio de la forma podemos objetivar las ideas y por medio de la significación podemos trascender el espacio material y volver a crear nuevas ideas; necesariamente cíclicas, necesariamente interdependientes.

El museo, para ser museo, no necesariamente debe ser un edificio o una construcción arquitectónica. Únicamente debe ser material para que el hombre pueda tener una distancia “real” con la(s) obra(s), conformando una experiencia del mundo y del hombre con el mundo. El museo debe ser material y de esta manera tener una función hacia el hombre de proyección y así lograr la auto-percepción. Marcel Duchamp ejemplifica esta idea en 1936 con su Boîte en Valise, una pieza de arte que reúne algunas de sus obras recientes de la época en miniatura y las contiene en una maleta. Por medio de esta obra, Duchamp hace un híbrido de la pieza con el museo. Las líneas de contenedor y contenido se ven difuminadas para que Boîte en Valise exhiba la idea de museo de arte como éste, híbrido, y se tome en cuenta en la contemplación. “The museum was located neither in the text nor in the context, rather it was the interplay between the two that shaped its function and complete its purpose” (Pearce 13).

Otra persona que hace híbrida la relación del museo con la obra de arte es Christo, un artista de los años sesenta que, por medio de su arte de land art, en 1968 cubre el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago  en Estados Unidos. Con esto, unifica el objeto de arte con su espacio de exhibición: se reúnen estos dos en un mismo espacio, creando un tercero (espacio), el intertextual, auténtico de esta unión.

Un último ejemplo es la película del director ruso, Alexander Sokurov, El Arca Rusa, que expone en 2002 en el Museo Hermitage de San Petersburgo. Al realizar este filme en una sola toma de 80 minutos, Sokurov remite la idea de ir al museo y ver los objetos y las memorias selectas en una única experiencia. También, al exhibir el Museo Hermitage, lo coloca como objeto de arte haciendo, de igual forma que Duchamp y Christo, híbrida la relación de espacio con objeto de arte.

  Con estos tres ejemplos se puede observar que el “espacio” del museo de arte no es lo que está dentro del recinto, pues esta idea concibe el museo de arte como contenedor de objetos. Concientizar la híbrida relación objeto/espacio, causa una desorientación de la idea de espacio. El espacio ya no puede ser el mismo e inmediatamente se replantea, y nosotros con ella. No puede ser un con-texto del texto, sino que la intertextualidad de éstos crea un nuevo espacio con bordes más borrosos y metamórficos. Es decir, el espacio del museo de arte es la actualidad abierta a nuevas posibilidades. the structure of the museum was designed to intermingle harmoniously the natural and the artificial, the real and the imaginary, the ordinary and the extraordinary, to underscore not only the fecundity of the universe but the breath of the human faculties for comprehending and explaining the theatrum mundi” (Silverman, 157). El espacio del museo no es lo que se encuentra dentro de la estructura material, sino que al considerar el museo como obra de arte y “contenedor” al mismo tiempo se replantea lo que se cree como “real”.  Lo que cambia no es la realidad, tampoco el museo, sino la idea de la realidad y el espacio en nosotros. Nosotros, los seres humanos somos los que cambiamos.

El museo, al ser un espacio actual, denota de un tiempo. Al conservar obras que pertenecen a la antigüedad se habla del museo quizás como Plotino, a saber, como “un  refugio de un pasado nostálgico” o una conciencia del futuro, como para Platón,  “una utopía de felicidad”. “When the present becomes unbearable, there are two means of escaping it: the past and the future” (Deotte, 222). Ambos niegan el presente en tanto que lo ven como imperfecto y angustiante. La única manera de sobrevivirlo es voltear la mirada hacia atrás o hacia adelante. Estos dos términos convergen y hablan de un tiempo presente construido (aunque negado). Al igual que Platón y Plotino, el tiempo en el museo de arte es una construcción del presente que crea sus propias memorias para el futuro (en el presente) y resignifica su pasado. “In constructing the present, the modern world, the old ones had to be dismembered and re-membered in new ways: the past was put to work in telling the story of how the present came to be” (Maroevic, 32). Esto es, el museo genera el presente para que concuerde mejor con lo que somos. “the function of this museological past is to signal alterity to separate from the present: generating the present” (Preziosi, 14 ). El hombre está en constante movimiento y por ende en constante definición e identificación haciendo que sus ideas se ven obligadas a cambiar con él. El hombre en el museo replantea su pasado hoy (en el presente) y, por ende, lo que aún no ha sido, ya que la visión hacia y del presente ha sido cambiada para que tenga sentido el presente y nosotros en el presente. A present(ness) construed as an anamorphic point that made sense of history of the past” (Maroevic, 33). Este presente no es estático y por eso se abre al eventualizarse. “…a museum is a preserver, a classifier, a structure for remembering; the junction of past and future and is open to challenge and question” (Foucault, 59 ). El tiempo del museo es actual y así permite reconocernos en la imagen “we get the picture” (Heidegger, 211); nosotros nos volvemos imagen. Nosotros nos volvemos la re-presentación de nosotros mismos. Esta autorepresentación se debe a que es  imposible presentarnos nosotros mismos ya que nosotros ocupamos ese espacio.  Representarnos permite reconocernos y llegar a contemplarnos.  Siendo nosotros una representación, entonces necesitamos ser percibidos para poder ser. “To be is to be perceived (George Berkeley)”.   

El amor creado por una pareja construye un espacio íntimo para permitir (cada uno) reconocerse en el otro.  El sujeto que participa en la pareja se distancia de sí mismo para poder verse desde lo que no es. El museo, al igual que el amor, opera desde el deseo para distanciarnos de nosotros mismos y abrirnos a ser vistos por ese/eso que no somos y así percibirnos. “The subject’s identity is subjected to an otherness whose own identity is both present and absent” (Heidegger, 160). Es así como aquél se traduce en un espacio potencial para la contemplación del ser humano desde lo otro. Es a partir del distanciamiento, la reflexión y la materialidad que el museo se permite ser un recurso de auto contemplación para desarrollar nuevos estado de conciencia en el hombre.


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